Mi cuñado, la informática y ayudar a los demás


En mi cuenta de Twitter me defino así:  «Marido de mi mujer, padre de tres hijos, socio fundador de coches.com y desde hace nada Business Angel»

Y es que soy de los que le gusta pensar que he encontrado mi lugar en la vida, me dedico a lo que me dedico, quiero mucho a mi mujer y mis hijos… Pero es verdad que siempre hay cosas que uno se queda con la cosa de «esto no lo hice» Para mi esta asignatura pendiente es ayudar a los más pobres a lo bestia.

Porque ayudar a los demás, a los más pobres, se puede hacer de dos maneras, una acordándote de compartir en tu día a día y otra yéndote a trabajar con ellos, a la arena o «a lo bestia»

Hoy voy a hablar de mi cuñado Arturo, que es de esas personas que se han liado la manta a la cabeza y se han ido a aportar su granito de arena al mundo.

Arturo tiene 26 años recién cumplidos, estudió Ingeniero de Telecomunicación y después de trabajar casi dos años en Private Wealth en Morgan Stanley Londres decidió irse de año sabático. En ese año quería hacer algo por los demás y vaya si lo hizo. Se marchó a Camboya.

Muchos sabréis que Camboya es un país que aún arrastra las consecuencias de una cruel guerra civil en la que un tercio de la población fue asesinada. El país fue literalmente arrasado por una guerra que dejó tras de si el récord de ser el lugar del mundo con mayor proporción de discapacitados. Todavía hoy hay explosiones de minas casi diariamente que marcan de manera trágica la vida de sus víctimas.

Por vueltas que a uno le da la vida dio con Enrique Figaredo. «Kike» lleva más de veinticinco años trabajando en Camboya por el desarrollo del pueblo camboyano, en especial de los discapacitados. Por su labor se le conoce en muchos sitios como “el obispo de las sillas de ruedas”. Se ocupa de acoger y formar a niños y jóvenes, victimas de explosiones de mina o enfermos de poliomielitis. Historias sobre su labor en Camboya las podéis encontrar en el propio blog de Kike donde el propio Arturo escribió un artículo.

De Arturo podría contar muchas cosas de cómo es y de lo que ha hecho en Camboya pero quiero irme al grano porque quizá tu nos puedas ayudar. Como es Ingeniero de «Teleco» empezó dando clases de informática pero rápidamente se metió en harina. Es de los que piensa, quizá tú también, que la informática cambia el mundo y que el desarrollo profesional sin informática no es tan posible y más si el trabajador es discapacitado.


A Myriam y a mi nos metió rápidamente en líos y hemos hecho cosas juntos. Una ha sido comprar un proyector para que los chicos de los centros puedan ver películas en inglés. Pelis algunas con «fondo» de problemas que pueden vivir en su vida diaria como el alcoholismo y otras en las que solo pasan un buen rato. Hace unos días nos mandó un artículo en el que el proyector había servido ¡hasta para ver la final del mundial!

Y aparte de colaboraciones espontáneas Arturo hizo lo que había que hacer. Se embarcó en desarrollar un proyecto cuyo objetivo principal es  «fomentar y facilitar una enseñanza informática de calidad». Para hacerlo se están recaudando fondos para montar un mínimo de tres salas de formación en tres centros de educación distintos, elaborar un plan docente y formar a sus profesores. Hay muchos detalles algunos curiosos como que como alguna de las salas no está en sitios accesibles sin electricidad se está planteando el instalar paneles solares.

¿Y para qué escribo?

1.- Para que no te olvides que se pueden hacer cosas por el mundo.

2.- Para que si quieres nos ayudes (ayudes a Arturo, a Camboya) con el proyecto, con dinero, con ideas, con trabajo, con equipos informáticos…

3.- Para reconocer el trabajo en primer lugar de la Iglesia, tan vilipendiada por algunos motivos y tan poco reconocida por otros.

Hale, que se puede hacer de todo, desde casa o en la arena ¿te animas?

Enseñanzas de ver pelis de niños

Lo reconozco, no había visto Up. En casa somos de los que por sueño y falta de tiempo no vemos casi pelis y si las vemos las vemos ¡hasta en tres trozos! Para que os hagáis a la idea no he visto aún Avatar, Invictus, Sherlock Holmes, Up in the air, yo que se, todo lo que «hay que ver» hoy en el cine. Y es que tres niños más trabajo = poco tiempo…

Pero lo que si que hay en casa es mucha película de Disney, hacemos que los niños vean la menos tele posible pero siempre caen cosas por aquí y por allá. Y el otro día fui a casa de mis padres y mi hermana Arantxa tenía Up encima de la mesa y nos la dejó. Me dijo que se podía ver con niños tan pequeños, que no estaba mal. También me dijo, como tanta gente que el inicio era espectacular pero no esperaba tanto… ¿lo veis y luego sigo? (Perdón por el sonido que no es bueno pero no lo he encontrado mejor aunque no es clave lo que dicen)

¿Triste? No, para mi es precioso pero es que hay que centrar el tiro y ver por qué es bonito.

Es bonito porque Carl y Ellie tienen un sueño que es estar enamorados e ir hacia algo, y encima disfrutan con su día a día, con pequeñas cosas. Aunque no tienen hijos, muchos podríais decir que falta eso,  cada día tiene su momento y el futuro y el presente de uno es el del otro…

En eso creo que consiste todo, en tener un sueño con alguien e ir a por él. Yo no entiendo las cosas sin amor, llamarme sentimental quizá es que sea lo natural, no se… Y mejor que si tienes hijos el sueño no sean los hijos sino que sea un medio. Antes o después se irán y te darás cuenta que tu futuro es tu marido, mujer, pareja o llámalo X.

Por supuesto, al final se muere uno, seas quien sea pero si dejas algo ahí quedará aunque sea ir a las Cataratas Paraíso (donde Carl y Ellie querían ir a vivir y no fueron por la muerte de Ellie)

Que se levante, coño

Pues si, siempre hablo de lo mismo, de niños, de educación… Pero es que ayer comí con @AngelMaria y tenía a medias este post, y hoy me ha pasado algo que me ha hecho terminarlo.

Cuando subíamos al cole mi hijo se ha dado una buena galleta en la calle. Es normal, con el frío que hace parece un astronauta con su cazadora y encima lleva mochila en la espalda. Que tenga dos años no significa que no vaya llevando el peso de la vida al cole.

Cuando se cae, salvo que se haga brechas o la leche sea de campeonato lo que hago es animarle y decirle que se levante, nada de ir a por él, que como dicen mis cuñados: «la vida es muy dura». Lo malo es que en la galleta de hoy ha aparecido una abuela que como un basilisco ha ido a recoger al niño al grito de: «pobrecito, con lo pequeño que es».  Me han dado ganas de decirle: -Que se levante coño, que el padre soy yo y la vida es lo que tiene – Lo malo es que como iba armada con un carrito de niño, supongo en el que llevado al nieto al cole, no me he atrevido, no me fuera a pegar y encima me dijera lo que sus ojos reflejaban, que soy un mal padre.

Y como consecuencia de la galleta y de la abuela voy a dar caña, empiezo, aviso que no seré políticamente correcto.

Afirmación: España es un país con sus carencias porque nadie hace nada por la educación, ni el PP ni el PSOE y se deja todo en manos de partidos periféricos que dan importancia a cosas que al conjunto de españoles no les importa una mierda.

Causas: Nuestros propios dirigentes son papás que como el resto cumplen muchos de estos puntos encadenados:

  • Cada vez trabajamos más.
  • Trabajamos un huevo porque tenemos que ganar dinero para tener una casa por encima de nuestras posibilidades (por supuesto en propiedad), un coche que cuesta varios años nuestro sueldo y cosas no necesarias para ser feliz.
  • Como trabajamos tanto al llegar a casa nuestros hijos están en manos de familiares, colegios o asistentas y delegamos todo la educación en los centros educativos ¡y encima nos enfadamos con ellos!
  • Y como les dedicamos poco tiempo nuestros hijos se convierten en el centro del mundo y todo lo hacen bien. Es muy difícil echarles en cara cosas cuando nos sentimos tan mal porque no les hacemos caso.

¿Os sentís reflejados? Yo no.

Me siento reflejado sólo en que trabajo mucho pero ya os he contado que gracias a mi mujer me puedo dedicar a los niños unos ratos del día. Ella dedica el tiempo que no están en la guardería  (aún está de baja pero en cuanto vuelva a trabajar tiene jornada reducida). Como consecuencia nuestros hijos los atiende casi todo el día su madre y su padre teniendo por supuesto apoyo familiar y de cuidadora.

La pregunta más importante es si queremos que nuestros hijos se conviertan en cabronazos en potencia o queremos hijos educados. Si la respuesta es «educados» no queda otra que dedicar tiempo al niño con lo que hay que bajar de nivel de ingresos o dormir mucho menos. Elige.

Luego no nos quejaremos del Colegio y de la educación porque los niños serán educados antes. No serán tan problemáticos como las bombas de relojería que dejamos en los centros escolares cuando son pequeños. ¿A qué esperas? La educación de tus hijos sólo la puedes llevar tu, con ayuda del colegio por supuesto, y es mejor no tener hijos que tener todo a la vez. Elige, coche último modelo o hijo porque al hijo le jodes la vida si no le dedicas tiempo, al coche no, aunque no puedas pagar la letra del coche.

Sólo así se levantará esta España ruin que sólo se mira su ombligo y saldremos adelante. Que se levante coño, el niño y a largo plazo el país.

PD: Como también quiero ser constructivo adjunto un documento que me pasó un amigo Jesuita (quizá así no lo quieras leer) en el que matrimonios hablan de tres puntos en la relación con sus hijos. ¿Lo afrontas? ¿Coche o niño?. El Tiempo libre, hijos

Despacio a veces se va mejor

Pues si. Cada mañana subo despacio, a ritmo de mis hijos, una cuesta que separa nuestra casa de su guardería. El recorrido es cortísimo (Como ves Google Maps dice que son 600 metros que a pie deberían tardarse 6 minutos) pero yo lo hago al ritmo que marcan ellos. Como tienen tres y dos años el ritmo suele ser lento habiendo llegado a tardar alguna vez media hora incluyendo por supuesto paradas técnicas. Y es que el ritmo es el que digan, el que lleven.

Siendo como son de pequeños la gente me mira con cara de mal padre, supongo que porque suben a pie. Especialmente inquisidoras son las caras de los que a sus hijos los suben en carrito o los que como el portero de mi casa los suben en hombros a pesar de que el niño tiene como seis años y ya se está haciendo un hombretón…

Y esta mañana en vez de observar a mis hijos me he dedicado a observar a los padres, para ver cuáles eran sus actitudes. Pocos no han ido metiendo prisa a los niños y haciéndoles correr. ¿Por qué? No lo se pero era algo común a todos los que me he encontrado.

Cuando los dejo empieza mi recorrido a la oficina por el Retiro. Me suelo encontrar con los mismos corredores, con las mismas estatuas y árboles, con la misma soledad de cuando llueve a cántaros, con las multitudes del verano y su sol. Y siempre que voy con prisa vuelvo al mismo pensamiento ¿para qué? Por supuesto que me refiero a la prisa «per se», no porque haya quedado en una hora concreta que la verdad es que cuando es así soy bastante puntual.

Me doy cuenta, supongo que tu también, que muchas veces vamos deprisa por inercia ¿Has probado alguna vez a ir más despacio contigo mismo? ¿Has probado a no correr cuando el semáforo se está poniendo en verde? ¿A llevarte una cámara y hacer fotos? ¿A no estar pendiente del móvil? ¿A leer incluso a la vez que andas?

La primera vez que lo hagas te sorprenderás que no ha pasado nada por esperar al siguiente semáforo (siempre hay otro después) ni por haber dejado de ver una llamada perdida o un mail en la Blackberry. Cada vez que pienso qué he conseguido por llegar un poco antes a un sitio en vez de disfrutar del camino me topo con la misma respuesta. Nada.

Eso si. Si que me acuerdo cuando llego a la oficina, descargo las fotos y comparto en mi blog uno de esos paseos, el de Madrid nevado. Merece la pena ir despacio. ¿no?

Hoy no voy a ser políticamente correcto

Me estoy leyendo el libro de Arturo Pérez-Reverte «Cuando éramos honrados mercenarios». Cada cuatro o cinco años lo compro, o me lo traen sus Majestades de Oriente como esta vez. Para los que no lo sepáis no es más que la recopilación que el escritor español hace de sus artículos que cada fin de semana escribe en el XLSemanal y que puntualmente va publicando en su Web.

Esta mañana, como llovía y quería leer he ido en autobús. Por supuesto había tráfico pero me ha venido bien para leer varios artículos y no atender a los coches. Como estoy empezando pues toca el inicio y me he topado con «Al arte de pedir«que aunque ponga el link también os lo reproduzco y al final pongo mi añadido, mi tazita de hoy.

Qué bonito. El otro día un concejal de no sé qué habló de mendigos y mendigas. Ya hasta la miseria real o presunta debe ser socialmente correcta. Y está bien ponerla al día, la verdad, porque últimamente todo cristo pide algo por la calle. Como antes, pero más. Estás parado en una esquina, sentado en la terraza de un bar, caminas por la acera, bajas las escaleras del metro, y siempre hay alguien que te pide una moneda. Los hay que abordan con tacto exquisito –«si es usted tan amable»–, que lo plantean como un favor puntual –«présteme para el autobús»–, los que se curran el registro del colegueo –«dame argo que ando tieso, pa mí y pal perro»– y diversos etcéteras más, incluidas las rumanas de los semáforos, que no te las quitas de encima ni atropellándolas, y esas Rosarios de rompe y rasga que, cuando rechazas la ramita de romero, te llenan de maldiciones y desean que te salga un cáncer en mal sitio, por malaje. También vuelve un tipo de mendigo que parecía extinguido: el que enseña los muñones como en tiempos de Quevedo, sólo que ahora suele tener acento eslavo o de por ahí. Aunque uno al que veo mucho en la puerta del Sol no sé qué acento tiene, porque va por la calle Preciados con los muñones de los dos brazos al aire y un vasito de máquina de café cogido con los dientes para que le pongan las monedas, soltando unos gemidos infrahumanos que hielan la sangre.

De todos ellos, como creo haberles contado alguna vez, los que nunca me sacan un céntimo son los llorones: los que se ponen de rodillas gritando que tienen hambre, o sitúan un Cristo o una Virgen delante, los brazos en cruz y el rostro inclinado entre la supuesta oración y la supuesta vergüenza por tener que pedir para que coman sus hijos; como uno que no me extraña que tenga hambre, porque lleva diez años arrodillado con su estampita junto a un lujoso hotel de Madrid en vez de buscar trabajo en la obra más cercana, que está llena de inmigrantes con casco, ganarse el pan y comer algo. Tampoco me gustan los que piden con malos modos o mala sombra, por la cara. Si me van a sacar viruta, pienso, al menos que se la trajinen. No hace mucho, paseando una noche con Javier Marías, nos abordó un sujeto con malos modos y acento extranjero. Al decirle que no, el jambo se puso delante cortándonos el paso y nos soltó: «Maricones». Cuando me disponía a darle una patada en los huevos, Javier se interpuso, metió la mano en el bolsillo y aflojó un euro. «Por perspicaz», le dijo con mucho humor. Fuese el otro, y no hubo nada. Y es que el rey de Redonda es así: pacífico. Y lleva suelto.

A otros, en cambio, si se lo curran, les das la camisa. Es cuestión de oportunidad y de concepto. De arte. El caso más espléndido me ocurrió hace poco en Cádiz. Salía con mi compadre Óscar Lobato de comer en El Faro, en el barrio de la Viña; y cerca de allí había en la acera, junto a un portal, un fulano sentado en un sillón de cretona con cabezal de ganchillo: un sillón casero de toda la vida, sacado afuera, supongo, para que su propietario tomara el fresco. Y el propietario en cuestión estaba a tono: chándal, zapatillas, treinta y tantos años largos, tatuaje carcelario en la mano, un pitillo en la boca. Imagínense la escena, el tipo sentado en el sillón, la ropa tendida, las marujas de charla en los balcones, las palomas picoteando restos de bollicao en el suelo. «Denme argo, caballeros», dijo el fulano cuando pasamos por delante, sin moverse y con mucha educación. Óscar, que es de la tierra, se detuvo ante él, lo miró con una cara muy seria y la guasa en sus ojos de zorro veterano, y comentó: «¿Hace calor dentro, verdad?». Y el del sillón dijo: «Jorrorozo». Óscar introdujo con parsimonia la mano en el bolsillo. «Tú eres de Cádiz, claro», apuntó. Y el otro, sosteniéndole la mirada imperturbable, respondió: «De Cai, zizeñó. Y a musha jonra». Mi compadre le dio un euro, yo otro, y cuando echamos de nuevo a andar, el pavo se puso en pie, fue caminando un trecho detrás, y al cabo lo vimos cruzar la calle y meterse tranquilamente en un bar, a invertir el capital: uno de esos sitios con barriles de cerveza en la puerta, mucho tío dentro, mostrador de cinc y fotos de equipos de fútbol en la pared. Nos lo quedamos mirando, y al fin Óscar, con un suspiro, murmuró: «Cádiz». Y luego, con una sonrisa: «Cómo no le vas a dar. A la criatura».

La tazita es que este tema se está recrudeciendo y me joroba, me jode vaya, en castizo Revertiano.

¿Qué me jode? Me jode que no somos un país luchador, lo hemos dejado de ser. Hemos perdido la fuerza de nuestros antepasados que se pusieron el mundo por montera, mundo en el que no se ponía y el sol y nos dedicamos a no pelear por algo sino por joder al de al lado. Por supuesto que si no no tengo al de al lado para pelear pido o robo, que para qué vamos a luchar si nadie lo hace.

¿Qué hace falta? ¿Qué hay que hacer? ¿Necesitamos algo fuerte fuerte para reaccionar? Fuerte fuerte fue el 11-M y ni con esas, humeaban los trenes y ya estaban PP y PSOE machacándose.

Y al final esto es como los hijos, si no das ejemplo nunca pidas que tu hijo sea alguien razonable.

Por mi cercanía a muchas realidades conozco casos que necesariamente requieren ayuda externa, mendicante. Y ahora viene la burrada políticamente incorrecta: A pesar de conocer esos casos también me atrevo a decir que la mayoría de la gente que pide dinero en la calle de cualquier manera es alguien que lo hace porque si, porque es lo más fácil ¿para qué trabajar? ¡Si encima si te pones tonto y reúnes unos requisitos te dan 420 euros!A los pobres de verdad no se les ve en la calle, a veces porque estos mismos caraduras no les dejarían los sitios «buenos»…

Daros una vuelta por las ciudades y mirar a los pobres. No a los pobres que no se ven, sino a «los de siempre» ¿Quién te encuentras en tu semáforo? ¿Siempre el mismo puntual con la misma cantinela? ¿No te preguntas si a los que nos los encontramos de verdad son los que están «trabajando»?

Necesitamos cultivar el esfuerzo, desde abajo, desde casa. Que cuando tu hijo tenga que hacer un esfuerzo lo haga y no sean ellos el centro del mundo. Sólo así podremos cambiar esta inercia que nos lleva a una guerra, a una depresión o un Argentina Europea.

Hala, he dicho. Me voy a trabajar que si sigo pensando sigo diciendo burradas (y chorradas)