
Ayer, viernes por la tarde previo a un fin de semana de Reyes Magos en España aparecía la noticia del fichaje por Telefónica de Rodrigo Rato como consejero asesor de Latinoamérica y Europa. Premeditación, nocturnidad invernal y alevosía.
Estoy seguro que no hace falta que escriba sobre este señor si es que se le pueder tildar así. Solo recordar que según Business Week está en el Top 5 de los peores directivos del mundo y que está encausado por lindezas como fraude, fijación de precios y malversación de fondos tras su rutilante paso por Bankia.
Mi reacción fue rápida. Por un lado dije que en este país en vez de premiarte con un trabajo en Alcalá Meco se te premia con uno en Telefónica, por otro dije que donde están todos los que se metían con Rato por lo de Bankia pero ahora no decían nada por el fichaje de Telefónica y por otro escribí a Gonzalo Martín Villa para decirle que prefería que no me llamaran más de Wayra, una increíble iniciativa de Telefónica en favor de la creación de empresas de base tecnológica en muchos sitios del mundo y que está siendo clave en el ecosistema español de startups.
Señalé mil veces que el grandísimo trabajo de José María Álvarez Pallete, Carlos Domingo, Javier Santiso, del propio Gonzalo y muchos más se lo estaba destrozando Alierta en segundos con el fichaje estrella y que era una pena, tantos años de trabajo para que una decisión corporativa tirara abajo tanto sudor y tanto luchar desde dentro. Y ojo que la decisión corporativa seguro que está meditadísima y es eso, una decisión de una compañía pero mi problema era, y es, de concepto. Si Telefónica apoya Wayra es porque entiende que hay que apoyar a los emprendedores y que desde ahí abajo se regenera el sistema y eso casca con el fichaje del imputado Rodrigo, con «el otro modelo».
Pero he reflexionado, me he escrito con mucha gente a favor y en contra y he elegido muerte: cambio de opinión y me quedo en Wayra mientras quien me ha llevado siga ahí. Me explico…
Cuando me llamaron la primera vez para ser mentor en Wayra y me contaron de qué iba me pareció que tenía que ser mentira. Una gran corporación como Telefónica tenía que tener intereses ocultos y no el mero hecho de apoyar ecosistemas emprendedores. Wayra al principio me sonaba a hueco. El problema es que todavía no conocía a José María y a Javier y empezaba a conocer a Gonzalo. Con Carlos ya era más tiempo, socios en empresas y muchas discusiones futbolísticas. Y el tiempo, ver su trabajo, y conocer a los cuatro me hizo creerme Wayra, por ellos como personas y no por Telefónica como corporación.
Y hoy, a pesar de mi reacción inicial, me tengo que quedar con las personas, con Wayra, no contra las corporaciones. Wayra intenta cambiar las cosas desde dentro y es una startup que necesita ayuda y en la que como en toda startup seguimos a sus líderes. Si ellos se quedan y luchan desde dentro yo me quedo, si ellos dimiten me iré a ayudarles en esto si me invitan. No voy a defender a Telefónica porque es imposible, es asqueroso. Pero Wayra es una maravilla y sus creadores se merecen esta defensa por lo bien que se está haciendo. Si no me voy de España ni me borro como madrileño a pesar de nuestra Botella, no voy a dejar de apoyar a Wayra.
Me quedo en la trinchera. Honor, lealtad, disciplina y compañerismo. Ahora dispararme, estoy dispuesto.