La semana pasada quedé a comer con una persona que me decía que en algún momento tendría sentido montar su empresa. Hoy tiene 32 años.
Y hablamos un rato de si sabía que eso era un sacrificio de mucho tiempo, que lo normal era que no saliera, que lo normal era pasarlo mal y que si le saliera al menos sería con 42 años, que tenía que llover mucho. Que su vida no sería fácil.
Y recordé este post tan obvio que escribí un día. Y hay que recordarlo porque la gente se olvida.
Y también recordé lo duro que ha sido esto para mi.
Y lo feliz que he sido.