Hace sol, un sol que no es normal en Nueva York, no hace frío, nada de frío y hay mucho silencio. Silencio porque va a hablar Michael Bloomberg a las doce mil personas que aproximadamente conformamos la primera oleada, la que a las 9:40 va a cruzar el puente de Verrazano en el inicio del maratón de Nueva York. Me ha tocado la salida buena, la naranja, una de las dos que va por encima del puente.
Habla Bloomberg y hay mucho respeto, es nada menos que el alcalde de Nueva York y aunque sea un tío muy discutido se le escucha con atención, sin ni una voz, como por supuesto y por desgracia no pasaría en España. Termina y una cantante comienza con el espectacular The Star-Spangled Banner que si no lo sabes, así se llama al himno americano. Y si antes había silencio ahora corta, todo el mundo se ha quitado las gorras, muchos se les ve emocionados y hasta a los muchos que somos extranjeros se nos encoge todo. Los helicópteros que están en el cielo es como si no estuvieran, como si no se les oyera.
Y cuando te crees que ya no queda nada más de emoción, se da la salida con un disparo seco, todo el mundo grita y atruena el «New York, New York» de Sinatra. Entonces esa primera oleada empieza a circular por la primera milla, la más dura del recorrido porque sube el puente. Correr encima del puente es alucinante, retumban las pisadas de los corredores, los helicópteros pasan a escasos metros del mayor puente colgante de América en horizontal y hay barcos que en el agua disparan chorros de agua.
Y por si no me he sabido explicar mejor mira…
Pero este año no me va a poder la emoción. Ya conté el año pasado lo que no hay que hacer al correr una maratón y no voy a repetir todos mis errores un año más. Estoy súper concentrado, me he hecho el propósito de no pasarlo mal y que la cabeza no me va a ganar en los 42 kilómetros que me quedan por delante. Me acuerdo de cómo se prepara Rafa Nadal en una final de Grand Slam y de la concentración de la que tanto habla Kilian Jornet y con mi por supuesto distinto nivel no lo voy a hacer diferente mentalmente.
Termina el puente y empieza Brooklyn donde aún todos los corredores están repartidos entre los tres recorridos que hacen que todos podamos correr sin problemas. Y aunque tengo ganas de ir más rápido controlo cada kilómetro entre los 4:50 y los 5 minutos. Y voy como un reloj y esos minutos son los que más disfruto. Dice el propio Kilian Jornet que lo importante no son los records ni las metas que te pongas sino las sensaciones que hayas tenido consiguiéndolos. Y es cierto, de lo que más me voy a acordar de este maratón no es del tiempo que he hecho sino de lo que he vivido en la carrera.
Salvo los puentes este maratón es brutal en cuanto a afluencia de público que va a animar, a cantar, a hacerte regalos, a sacar las banderas de su país, a buscar a los suyos. Y Brooklyn en eso es muy cálido tanto en la zona inicial de casas unifamiliares como cuando llegan los pisos. Es el no va más en cuanto a grupos de música que voluntariamente han ido a tocar, cada uno su música ¡hay más de 130 bandas!
La 4th Avenue de Brooklyn se me pasa pronto quizá porque se que me van a animar al final, en la milla ocho. Y el reloj de mi cabeza y de mi cuerpo sigue funcionando. Cada puesto de bebida bebo aunque no tenga sed, cada vez que hay un plátano lo cojo y me lo como, cada paso por un kilómetro, una milla, un diez mil o diez millas calculo y siguen saliendo las cosas bien.
Nueva York es una mezcla de nacionalidades espectacular tanto en el día a día como en el maratón. Más de la mitad de los cuarenta y cinco mil corredores son extranjeros y eso aporta mucho colorido, muchas banderas e incluso situaciones divertidas. En estas a veces están nuestras contradicciones patrias que el extranjero no entiende. Valencianos con la Señera Coronada como camiseta a los que les dicen ¡que viva Cataluña! o corredores con camisetas del Barça con mensajes separatistas a los que los incautos americanos a veces gritan ¡que viva España!
La media maratón llega al entrar en Queens en el puente Pulaski, el primer sitio donde se ve claro el skyline de Nueva York. Mucha gente cree que la maratón se desarrolla en Manhattan pero solo nueve de las veintiséis millas discurren por la Gran Manzana y este puente es la primera vez que se ve la enormidad de la ciudad. Y a todo esto paso la media maratón en 1:45:10 lo que debería no ser muy buen tiempo porque según la teoría debería hacer la maratón completa en el doble de tiempo más diez minutos, o sea, en unas tres horas cuarenta minutos. Pero lo cierto es que voy como un reloj, entre 4:50 el mejor kilómetro y 5:10 el peor, promedio cinco minutos y un segundo, y no estoy preocupado más que en no preocuparme, en seguir concentrado.
Poco después, entre la milla quince y dieciséis se cruza el puente de Queensboro que por fin te mete directo a Manhattan. El reloj Garmin que llevo se vuelve un poco loco y me dice que estoy haciendo el kilómetro cerca de doce minutos, lo que aunque se que por supuesto no es verdad, me despista un poco. Y al entrar en Manhattan, cuando coges la 1st Avenue es la locura. Todo el mundo grita detrás de las vallas que acordonan el recorrido, impresiona verte en un circuito enorme en el que la gente te lleva en volandas y en el que por fin me encuentro con Arturo y Myriam que han venido a verme.
Poco después empiezo a notar que voy menos suelto y me da fuerzas ver a gente de verdad con problemas. Paralíticos cerebrales, ciegos, mancos, cojos de las dos piernas, parapléjicos, todos corren y se quejan mucho menos que yo. ¿por qué iba a tener que hacerlo yo? La capacidad de sufrimiento humana es mucho mayor que la que yo soy capaz de tener en la cabeza y eso me empuja a que no me duela, a seguir.
En la milla dieciocho tengo mi golpe de suerte en la maratón, me encuentro a un hombre de los que pone la organización con globos que indica que va a hacer el recorrido en tres horas y media y me pego a el como una lapa. – A este no le suelto, aunque me muera – Esto hace que vuelva a los ritmos de menos de cinco minutos por kilómetro que poco a poco iba subiendo. Hago las siguientes cinco millas a tope en un grupo que conformamos cinco: el hombre del globo, un chico con una camiseta «in honor of my dead son John», una corredora danesa y otro corredor austriaco, no quiero perderlos y para no hacerlo empiezo con mi terapia de acordarme de determinada gente en cada kilómetro y hablar con ellos, decirles qué me gusta de ellos, por qué les quiero o qué me gustaría mejorar y me imagino lo que me responden lo que hace que se me vayan casi diez kilómetros sin pasarlo demasiado mal.
Pero en la milla veintitrés, después de un puesto de agua y Gatorade pierdo por poco al grupo del hombre del globo y empiezo a caer poco a poco. Es mi peor milla del recorrido con diferencia, hago diez minutos quince segundos frente a un promedio total de carrera de ocho diecisiete. Este es el trozo que discurre por la Quinta Avenida que psicológicamente es duro, donde se supone que está el famoso muro. Me despierta de este rato ver a un paralítico cerebral que se ríe cuando pasa un iluminado vestido de oso peludo desde la cabeza a los pies. Y una vez más pienso que mi capacidad de lucha tiene que estar mucho más arriba y que no puedo estar cansado y caramba, me vengo arriba bajando a nueve ninutos y medio la milla veinticinco, ya dentro de Central Park.
En Central Park ya se que estoy terminando, me acuerdo de lo mal que lo pasé el año pasado, de Diego y sus ánimos, y saco más fuerzas de donde se supone que no las había bajando la milla veinticinco en menos de nuevo minutos. Voy disfrutando, mucho, me duelen las piernas pero mi cabeza sigue diciendo que queda mucho, que es lo mejor y que no tengo que bajar.
Y ahí está la calle 59 y de nuevo la entrada a Central Park, la piel de gallina, las gradas de ING atestadas de gente donde me esperan y me animan los míos y donde llego, con permiso de mi cabeza pudiendo haber hecho más, con un tiempo total neto de 3:36:52 lo que es diez minutos mejor que mi mejor tiempo en maratón y quince minutos mejor que el de Nueva York de el año pasado. Todo por pensar y por luchar…
Hola Iñaki, como te puedes imaginar, me he leído la crónica sin pestañear en el tren. Veo que lo de correr la maratón con la cabeza y no sólo las piernas es la parte del entreno que hay que cuidar más (bueno, al menos lo mismo), que 42k se hace largo y las alegrías de la salida luego se pagan, y no es lo mismo acabar cansado pero «consciente» que arrastrarse hasta la meta ¿no?
Una duda, el cuadro de parciales ¿es real o estimado?, no me imagino que tengan una banda de control cada milla ¿o sí?.
Enhorabuena, y a preparar la próxima 😉
Felicidades por la carrera y por el relato. Nos llevas a tu carrera de una forma emocionante. Y sin duda son buenos consejos.
Cuando me vea preparado para un maratón sin duda releeré esto.
Un saludo, Oscar.
Es el segundo maratón de NY que hago virtualmente gracias a ti..jaja Espero algún día poder hacerlo en persona! 😉
Impresionante, Iñaki, y no tanto por el resultado (cualquiera hubiera sido bueno) si no por la manera de conseguirlo. Trabajar con ilusión, tesón y sentimiento en objetivos difíciles y hacerlo rodeado de gente que quieres y que te quieren es no solo un consejo para corredores… Leer tu post me hace trabajar con mas intensidad en las cosas que merecen la pena en la vida. Gracias por compartirlo! y un muy fuerte abrazo
Impresionante el post, qué ganas de volver!!! A ver si en 1-2 años la hacemos juntos!!!
FANTASTICO!!!!!!
Buenos días!! Jaja! Enhorabuena! Yo tengo el tema de las maratones un poco aparcadas… pero me has dado envidia!! En cuanto crezca el peque quizás me anime de nuevo… Hay un tipo de Pamplona (no recuerdo su nombre y no lo conozco aunque soy de allí) que se ha cascado 400 maratones seguidas (uno por día) al salir de trabajo! Creo que busca los 500 consecutivos… muchas piernas y más cabeza!
Brutal. Un día la haré, lo tengo claro desde hace tiempo, pero ahora más. Increíble la terapia, me ha dejado flipado. Enhorabuena!
Tras leerlo me han entrado unas ganas de apuntarme ahora mismo a la siguiente! 😉
Fantástica narración, cuando me recupere de la tendinitis en las 2 piernas me preparo… qué envidia! Has conseguido un seguidor de historias como esta.
Soy Silvia Barrios, Argentina,vivo en Rosario, tengo 45 años.. feliz feliz de leer este relato. Yo también cumplí el sueño de correr este marathon, todo lo que describis es !! Ningún dolor fue mas importante que vivir ese momento, el tiempo… una unidad de medida que no me importó, es mas quería ir lento para disfrutarla más! NYC2011TE LLEVO PARA SIEMPRE EN MI CORAZON
Eso es verdad
Iñaki, se me pone la piel de gallina, mi objetivo es correrla en 2014. Qué hay que hacer para apuntarse? He visto que no es facil conseguir dorsal…